Siempre que se habla sobre cómo hacer crecer una empresa aparece la misma fórmula mágica: invertir en I+D+i. La investigación, el desarrollo y la innovación no solo es cosa de las grandes compañías. Las pequeñas y medianas empresas que buscan hacerse un hueco en el mercado y lograr que su producto o servicio no se quede obsoleto también están apostando por estas actividades. Pero, ¿qué ventajas tiene? Además de incrementar el valor añadido de su oferta y reducir costes, las actividades de I+D+i permiten a las empresas afrontar periodos difíciles y generar competitividad ya que permite desarrollar nuevas líneas de negocio y mejorar el posicionamiento frente a la competencia. Del mismo modo, la internacionalización es clave para paliar los efectos de malas rachas. Así, el crecimiento en la cifra de las exportaciones de las empresas innovadoras puede compensar la caída de las ventas nacionales. Por otro lado, las ayudas públicas más valoradas continúan siendo las Deducciones Fiscales por I+D+i. Estas tienen unos efectos económicos equiparables a los de la subvención, pero no tributan. La aplicación es libre y general, y la deducción fiscal es proporcional a las actividades desarrolladas. Además, el empleo cualificado goza de mayores ayudas públicas y las empresas que realizan I+D+i muestran un mejor acceso a las fuentes de financiación privadas. Por regla general, las empresas innovadoras mantienen la creación de empleo y es que las ayudas públicas a la I+D+i inciden directamente en la contratación de empleo cualificado. En definitiva, la apuesta por la I+D+i es fundamental para edificar un crecimiento económico sostenible y equilibrado. Dichas inversiones contribuyen directamente a la acumulación del saber, dan lugar a nuevos productos o procesos de producción más avanzados y ayudan a la mejora de la productividad. Invertir en I+D+i no solo es un motor de crecimiento y de la creación de empleo, sino también podría suponer un freno a futuro.

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